No hay muchos restaurantes riojanos en Madrid, pero existe en el corazón del barrio de Salamanca, en la esquina de la renovada calle Serrano con Hermosilla, un coqueto Centro Riojano, en la entreplanta de un magnífico edificio-palacio de principios de siglo XX, que llegó a merecer el premio nacional de arquitectura de 1923. Imágenes de la Virgen de Valvanera, los nombres de los salones y las placas conmemorativas, atestiguan que estamos en un pequeño trozo de la Rioja en Madrid, que lleva funcionando más de cien años.
Y es que después de Castilla León, tocaba probar la cocina riojana. Vamos recorriendo el Camino de Santiago al revés, empezamos por Galicia, seguimos por el Cantábrico, Castilla León, y ahora la Rioja. La Rioja es una tierra de transición entre el País Vasco, Navarra, Aragón y Castilla. Cruce de caminos de todos los reinos cristianos en la primera época de la Reconquista, la Rioja tiene el honor de contar con el monasterio de Yuso, allí donde el latín se tornó en castellano, en el román paladino de Gonzalo de Berceo, y con el paso del tiempo, en el segundo idioma más hablado en el mundo occidental.
Pero más que por ser cuna del idioma castellano, la Rioja es conocida en el mundo entero por la calidad de sus vinos, ya desde la época romana. Las condiciones de la Rioja, sus horas de sol, humedad y sobre todo la diversidad de vientos, que se canalizan siempre por el valle del Ebro, hacen que la uva garnacha y sobre todo la variedad tempranillo tengan una calidad excepcional, sobre todo en Rioja Alta y Rioja Alavesa.
¿Y la comida? La Rioja no destaca especialmente por su cocina, esa es la verdad. Como pasa en la cocina asturiana con la fabada, hay un plato que destaca sobre los demás, las patatas con chorizo, el resto se basa en productos de la tierra, verduras de alta calidad y algunas carnes, como el cordero, cuyas chuletas asadas aprovechando los sarmientos de las vides son el otro plato característico de la región.
Dicen que el gran chef Paul Bocusse, propietario del más laureado restaurante del mundo, quedó maravillado por la simplicidad y textura de las patatas con chorizo, plato que consideraba “sencillamente impresionante”.
Así que llegamos al Centro Riojano con la intención de probar todos los sabores de la Rioja, como siempre con bajas de última hora, pero con el quórum suficiente. Y después de pedir el vino de la casa, tinto que no clarete y no hace falta decir de dónde, y de que nos agasajaran con un paté de dudosa procedencia, pedimos unos entrantes que nos sumergieran en la cocina riojana, alcachofas rebozadas, chistorra con pimientos verdes y por supuesto, patatas con chorizo.
Vamos por partes, excelentes las alcachofas rebozadas, buena textura y sabor, bien la chistorra, que podía haber tenido un poco menos de grasa, y decepcionantes las patatas con chorizo. No creo que Paul Bocusse se hubiera impresionado ante unas patatas demasiado caldosas, con demasiada pimienta, con poco chorizo y muy lejos de esa textura que se consigue cuando el almidón de la patata se liga con la grasa del chorizo, haciendo una crema en la que la patata, al punto de deshacerse pero todavía entera, se deshace en la boca. Una pena.
Pasada la decepción de las patatas con chorizo, llegaron los segundos platos. No podían faltar unas chuletitas de cordero, que por cierto, tampoco tenían el sabor ahumado del sarmiento, lo que es comprensible estando en pleno barrio de Salamanca. Unos contundentes callos con tortilla de patatas y pescados razonables completaron los segundos. Lástima que ni los callos ni los pescados sean especialidades riojanas, pero es que la cocina riojana tampoco da para tanto. Buen servicio, la clientela del Centro Riojano parece bastante habitual del lugar.
Así llegamos a los postres, donde repartimos dos raciones de leche frita, que tampoco es que sea un postre riojano, pero que estaba bien resuelta.
Cafés, pacharanes y buen humor acompañaron la sobremesa, donde destacó un cigarro electrónico de Chus, que no echa humo, sino vapor de agua, y que no sabe a tabaco, pero que es totalmente compatible con la nueva ley anti-tabaco. Por cierto, que la inagotable Chus, que después del Asador de Aranda viajó a la Argentina y acababa de llegar de las Fallas de Valencia (a estrenar el nuevo AVE), se va a pasar ahora 10 días a Lima, con la siempre noble excusa de visitar a una amiga.
Hablando de áticos en la mismísima Puerta de Alcalá salimos a la calle, una recién estrenada calle Serrano. Dirán lo que quieran de este Alcalde, pero la realidad es que ha quedado preciosa. Y justo antes de salir a la calle Serrano, el portal número 25 nos ofrece la tentación de entrar a una tienda de moda de caballero, Forever Young, que últimamente se ha hecho famosa porque llegas, te llevas un traje de lujo y otros te lo pagan. No lo hicimos, y eso que nos perdimos.